De Todo Bastante

Compartir mis impresiones sobre lo que pasa a mi alrededor.Si alguna vez logro instalar una sonrisa, una emoción o contribuyo a sembrar o cosechar una idea, sentiré que este espacio se carga de sentido. Este blog no tiene posición política partidaria, al igual que su autor. Por lo tanto, se publicarán textos con cualquier orientación al respecto, siempre y cuando los considere de interés para compartir.

Nombre: JTONIG
Ubicación: Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Jorge A. Jaurena Nacimiento: 23/11/1949 en Buenos Aires, Argentina.

6.1.07

Más que un cambio, el rugido de un país - Por *Silvia Bleichmar

El 20 de diciembre dejó su marca en la ilusión de un país unido en la búsqueda de su destino, pero no pudo cuajar en un proyecto histórico de referencia.
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El 20 de diciembre del 2001 más que un cambio político se produjo un rugidodel país. El golpe de las cacerolas dio cuenta de la furia, una protesta quepuso en evidencia el dolor y enojo, sin palabras aún disponibles.El balbuceo articuló algunas frases, sin embargo, más de deseo que depropuesta: "Que se vayan todos", acompañada de "No se va, el Pueblo no se va", intentó definir quién se adueñaba del país, pero sólo como revelaciónde profunda indignación frente a la corrupción y la expoliación del sistemapolítico-financiero. Sin embargo, gran parte de los argentinos atribuyó el"fracaso" del modelo fundamentalmente a la corrupción y no al modo mismo desubordinación a los intereses más degradados del capitalismo salvaje, a laprofunda inmoralidad que guardaba y a las formas con las cuales el bienestarsupuesto de los '90 se desbarató dejando los muñones de la nación al aire, ycon ellos, en carne viva, a un país que a diferencia de los '70 no basó suaquiescencia por terror sino su connivencia con las migajas de un festín alcual no estuvimos invitados sino recibiendo desde el corredor las sobrasaplacatorias que convocaban a la complicidad y la pérdida de identidad.Más allá de esto, el 20 de diciembre, por primera vez en años, se dio cabidaa la ilusión de un país unido a la búsqueda de su propio destino, ilusiónque no podía fecundar en la esperanza sin un Proyecto Histórico dereferencia, proyecto imposible de realizar sin una revisión profunda no sólode los enunciados políticos sino incluso teóricos que guiaron a las fuerzasmás avanzadas del país a lo largo del siglo XX.La impotencia es pariente de la intolerancia. Los años posteriores dieroncuenta de lo mejor y lo peor del país: desde el reconocimiento de laimposibilidad de la salvación individual por parte de muchos, hasta elocultamiento de la riqueza no por pudorosa ética sino por temor al despojode los excluidos. Desde las tareas solidarias programadas para suplir lascarencias de un Estado que no termina aún de reponerse de su devastación, alretiro de su función y a la reducción de mero administrador de las crisisque por sucesivas devienen una sola y gran catástrofe, al odio a losexcluidos, y a la resistencia profunda y sostenida por parte de estos deevitar su deshumanización.La impotencia se emparienta con la desesperanza: el cisma que nos partió endos regiones sociales, económicas y de perspectiva no ha sido indudablementesaldado, ni parece por ahora tener visos de resolverse -al menos en lascondiciones habituales que implican la profunda indiferencia de quienes hanquedado de un lado de la muralla de acciones y palabras y que piden, tal vezpor "fatiga de la compasión" en algunos casos, por egoísmo en otros, que lesquiten de la vista la miseria, a los desharrapados que los sometenconstantemente a su temor a un destino similar dado que sus condiciones desupervivencia material y simbólica no se encuentran definitivamenteestablecidas.El bolsón de fascismo se muestra acá permanentemente cuando el odio a losexcluidos se expresa bajo formas racionalizantes que hacen a muchos eludirla responsabilidad social que implica el concepto de semejante en el marcono sólo de un territorio sino de un proyecto irrealizable sin laparticipación conjunta. Se muestra también el pliegue del fascismo en elpedido de seguridad y la tolerancia a la impunidad, la naturalización de lamuerte de los niños y adolescentes y la convicción resignada respecto alcarácter inevitable de la miseria.Sin embargo, la contrapartida es clara: si bien el reclamo de una justiciasaludable no ha logrado aún unificarse, la lucha contra la impunidad esposiblemente uno de los motores más fuertes de las movilizaciones depoblaciones que salen a pedir reparación jurídica antes de terminar de velara sus muertos, porque saben que no hay descanso en paz si no se mueven endirección de lograr el reconocimiento del derecho de las víctimas.Los modos de deshumanización que se ponen de relieve en el intento desometer a una parte del país a su condición simplemente de "supervivienteasistido", con vidas "innecesarias de ser vividas y vidas valiosas perdidas", encuentran su límite en el florecimiento de acciones creativas y búsquedasnuevas que dan cuenta del deseo profundo de no verse reducido a laanimalidad más degradada, sometida a la caridad que sólo conserva la vida ydespoja del mundo simbólico que lo transforma en humanizado.El país se ha tornado complejo: no se ven bordes nítidos salvo a nivel delas estadísticas. El sistema de representaciones que lo sostiene no eshomogéneo: no hay dominancias, y la oscilación entre la responsabilidadética compartida de construir un proyecto común y el deseo de supervivenciaindividual a cualquier costo es constante. Los argentinos tenemos una fallaen la noción del largo plazo, y la inmediatez, producto de una historiasometida a los vaivenes de los intereses más degradados, obligaconstantemente a sostener la cotidianidad bajo modos que son en muchos casosdegradantes.Sin embargo, creo que el 2001 dejó su marca: nos hemos convencido de quenuestros tratos societarios y la tolerancia a la impunidad nos arrastran aun abismo, sin que aún hayamos tomado en nuestras manos de manera unificadael carácter político que esto implica. La corporación política, si biencerrada aún sobre sus propios intereses, se muestra más sensible a laposibilidad de deponer sus propias ambiciones cuando la marea humana se lelanza encima -como ocurrió en Misiones, donde se produjo, por primera vez,un verdadero proceso de reciudadanización en virtud del carácter políticoque tomó el reclamo de poner coto a la inmoralidad política-. Y si bien unaparte importante de la población ha entrado en cierta rutinización, ciertonaturalismo de la injusticia -siendo indudable que éste es el problema mayorque enfrentamos para poder reconstruirnos de manera profunda a partir de lasexperiencias históricas que arrastramos- aún se alimenta aunque sea demanera fragmentaria y aislada el anhelo de un país más justo y capaz dedesplegar, no sólo de sostenerse, en su potencialidad.
* Doctora en Psicoanálisis de la Universidad París VII. Escritora, autora de "No me hubiera gustado morir en los '90", entre otros.
(Fuente Página 12. Gentileza Lic. Jorge Garaventa)

4.1.07

Revocación del fallo "Caperucita Roja "

COMO LA MANIPULACION CONVIERTE EN CULPABLES A LAS VICTIMAS. Versión judicial" del cuento de Caperucita y en Versión de la justicia argentina en relación a Caperucita y el Lobo con las mejoras" del proyecto de reforma del Código Penal. Visto y considerando:

1) Que Caperucita no desconocía que podía encontrarse con el Lobo. 2) Que tampoco era ajena al hambre del Lobo, ni a los peligros del bosque. 3) Que si le hubiera ofrecido la cesta de la merienda para que el Lobo calme su hambre, no habrían ocurrido los sucesos referidos más arriba. 4) Que el Lobo no ataca a Caperucita de inmediato, y que hay evidencias que primero conversa con ella. 5) Que es Caperucita quien le da pistas al Lobo y le señala el camino de la casa de la abuelita. 6) Que la anciana es inimputable ya que confunde a su nieta con el Lobo. 7) Que cuando Caperucita llega y el Lobo está en la cama con la ropa de la abuela, Caperucita no se alarma. 8) Que el hecho de que Caperucita confunda al Lobo con la abuelita demuestra lo poco que iba a visitarla, hecho que tipificaría un abandono de persona por parte de la joven Caperucita. 9) Que el Lobo, con preguntas simples y directas, quiere desesperadamente alertar a Caperucita sobre su posible conducta. 10) Que cuando el Lobo, que ya no sabe qué más hacer para alertarla, se come a Caperucita, es porque ya no le quedaba otra solución. 11) Que es altamente posible que antes Caperucita hiciera el amor con el Lobo y lo disfrutara. 12) Que la versión de que Caperucita, cuando oye la pregunta del Lobo: ¿Adónde vas?» responde: «A bañarme desnuda en el río...», cobra cada día más fuerza. 13) Que se desprende del punto anterior que es Caperucita la que provoca los más bajos instintos, brutales y depredadores, en la pobre fiera. 14) Que el Lobo ataca, pero tal hecho corresponde a su propia naturaleza y a su instinto natural y animal, exacerbados por la conducta de la susodicha Caperucita Que párrafo aparte para la madre de Caperucita, quien exhibe culpabilidad por no acompañar a su hija.

Por todo lo antes dicho, se revoca el fallo de Cámara, absolviéndose al Señor Lobo y se dispone además: a) Apercibir a la familia de Caperucita, imponiendo a la abuela presentarse en hospital a designar, para su observación gerontológica, b) A la madre apercibirla para que cumpla correctamente con sus deberes de madre y

c) A Caperucita trabajo comunitario en el Zoológico Local para conocer acabadamente la naturaleza y el instinto animal. Aclarase asimismo en el presente fallo que este proceso no afecta el buen nombre y honor del Señor Lobo. Publíquese, archívese, y téngase por firme el presente fallo. E.Raúl Zaffaroni
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Este texto es un envío gentileza de María Regueira.

3.1.07

Segunda Invocación de Cromañón

Mientras afuera el aire y el suelo ardían igual que hace dos años, el treinta de diciembre la temperatura, mi neurosis por las multitudes y mi molicie, me mantenían encerrado en mi casa, inmóvil, permanente espectador boquiabierto. Reconcentrado en mis pensamientos y en mis preguntas inútiles, continuaba ajeno al mundo que ocurría afuera; el mundo siempre ocurre afuera mientras yo, causalmente, estoy adentro. ¿Qué me preguntaba esta vez? Muchas eran las preguntas, todas en torno a ese acontecimiento catastrófico y criminal del que todavía la justicia no ha dado respuesta a los argentinos a quienes cada tanto, como quien no quiere la cosa pero la cosa ocurre, nos matan a los jóvenes. Igual que como nos matan a los niños, o al menos a sus neuronas, con el azote brutal del hambre inexplicable, inconcebible, inexcusable. Al igual que nos matan a los hombres, mujeres y ancian@s con el arma certera de la indignidad de la marginación, el analfabetismo y la falta de horizontes. Cuando el mundo es para unos pocos ya no es mundo: es páramo. Nuestra sociedad –o parte de ella- ahíta de consumo e indiferencia, contempla como Nerón el fuego y no se inmuta. Vemos como unos pocos se cargan a la espalda la responsabilidad de todos, pero seguimos teniendo calor, o frío; y seguimos acumulando kilos y pereza y en lugar de salir, nos encerramos y nos cercamos de aire... acondicionado. ¿Dónde habrá quedado todo lo que después de Cromañón no hemos vuelto a ver, a palpar, a oír? Tal vez haya un lugar suficientemente inmenso como para almacenar tanta juventud y tanta gana; tanto baile trunco y tanta risa; tanto futuro, tanto; y tanto no entender y tanto llanto; tanto prejuicio, tanto despilfarro. Incalificable despilfarro, de lo mas preciado y permanente; de lo mas inhallable y mas escaso; de lo mas inocente y necesario. Si alguien conoce el lugar que me lo diga. Tal vez un día pierda algunos kilos, la fiaca y el calor, y me deje llegar hasta el lugar donde se fueron, tantas vidas en flor, tanto deseo. El calor, amig@s mi@s me ha tenido, subsistiendo como una turbina espectorante. Por eso recién hoy, el dos de enero, he salido a lloriquear sin ser llamado. Porque este lloriqueo nada vale; el treinta de diciembre ya pasó, y yo estaba encerrado. El dolor se aloja en otra parte: amasijo de humo y fuego, indiferencia, sangre y media sombra. Me queda todavía el espectáculo. La TV, oportuna como nunca, nos mostrará “transformaciones” de los rostros devastados por el fuego y la canalla, capa de impunidad de funcionarios corruptos y cínicos sicarios. Todo se vende, todo se transforma. Todo a su tiempo y armoniosamente que en el verano el hastío va empujando. Todo a su tiempo y armoniosamente, manda mi general de rostro afable y sonrisa refulgente. Todo a su tiempo, menos la vergüenza.
Jorge Jaurena

Enero 2007

31.12.06

Regalo de Navidad

Había trabajado mucho durante ese año que estaba a punto de finalizar. Un breve descanso a orillas del mar en los primeros días de diciembre no habían bastado –no obstante haber resultado muy placentero- para borrar del todo el cansancio de un año tan intenso en tareas mayormente poco estimulantes. Solamente el trabajo intelectual realizado me llenaba de satisfacción, seguramente porque tenía bastante desatendido ese costado desde hacía bastante tiempo. Empecé a pensar en gratificarme haciéndome un regalo de navidad. Tenía que ser un objeto original, extraordinario, diferente de los que compraba habitualmente: libros o ropa (solo en caso de necesitarla). Me decidí por una cámara digital para fotografías. Siempre me atrajeron esos aparatos pequeños, que no obstante su tamaño me transmitían una sensación de solidez, con su piel de acero inoxidable y su pequeña ventana de cristal en medio.Fui a una casa de electrodomésticos de las más grandes y conocidas, donde había posibilidad de adquirirla al mismo precio de contado, en doce cuotas tarjeta de crédito mediante. Cuando entré al local, un vendedor con la dosis exacta de gentileza y simpatía necesarias para no resultar empalagoso ni hostil, me preguntó que deseaba. Le respondí aclarándole –además- que no tenía la menor idea de las diferentes ventajas comparativa de unas marcas o modelos sobre otros. Carlos –el nombre figuraba en un cartelito de plástico prendido en el bolsillo superior del saco- me comentó que la Nonca Ilutions X-360 era lo último en tecnología de imagen digital. Esta joyita tiene dos dispositivos extra con los cuales puede elegir la edad y el peso corporal relativo con el que se desea aparecer en las fotos -dijo Carlos con el tono de un guía de la NASA- mientras me mostraba dos rueditas con números impresos alrededor; una tenía números de 1 a 50, y la otra de 4 a 68. Le pregunté si el manejo de la cámara era muy complicado, a lo que respondió que no, para nada, vaya probando, total usted saca la foto, la mira en el acto y si no le gusta la elimina y saca otra; eso es lo que tienen de bueno estas cámaras. Decidí comprar esa y divertirme con mi familia y mis amigos sacándonos fotos disparatadas. La noche buena me dediqué a sacar fotos a diestra y siniestra, y por el pudor propio del principiante maduro a quien el prejuicio supone en guerra con la tecnología, me conduje con aires de fotógrafo experto prometiendo a diestra y siniestra CD’s con las fotos familiares. A menudo se me ocurre imaginar un auditorio perplejo y admirado ante una situación que me tiene como protagonista y que, llegado el momento, se conduce con la indiferencia del testigo casual de acontecimientos cotidianos. Ni mis sobrinos -los jóvenes de la familia- ni mis sobrinas nietas demostraron otro interés por mi papel de cronista que el de fingir la mejor cara de algarabía que pudieron conseguir para las fotos. Fue así que tomé fotos de todo y de todos, registrando prácticamente todos los sucesos de la Noche Buena. Tengo por costumbre compartir únicamente la Noche Buena y la Noche Vieja con mi familia y con amigos. Los días de Navidad y Año Nuevo prefiero pasarlos en mi casa, lejos de las comidas y bebidas propias de los festejos, para evitar seguir comiendo y bebiendo en exceso y yendo a trabajar al día siguiente en estado casi de resaca digestiva. El veinticinco de diciembre, luego de levantarme y prepararme un café, prendí la computadora y conecté la cámara de fotos con la intención de verlas, seleccionar las mejores y grabarlas en CD`s para entregarlos a mi familia.

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Nunca me había sentido invadido por el estupor hasta tal punto. En todas las fotos aparecíamos mi hermana, su esposo y yo, jóvenes, esbeltos y con el cutis terso de los veinte y pico. Solamente la expresión y el brillo de nuestras miradas en las fotografías eran las de personas que han visto mucho. Demasiado para jóvenes de esa edad. Un niño de no más de cinco años, de pie junto a la parrilla humeante, sostenía un tenedor de mango ridículamente largo que atravesaba un enorme trozo de carne asada. Otro niño de edad similar, sentado a mi izquierda, sonreía pícaro con una copa de vino tinto en la mano. Dos niñas sostenían sonrientes sendas fuentes colmadas de ensaladas con evidente intención de apoyarlas sobre la mesa. Otro niño, sentado a mi derecha, me miraba con expresión de ternura y me sonreía. Cerré fuertemente los ojos y dejé caer sobre mi regazo las manos que sostenían la cámara. Volvía a mirar la pequeña pantalla de cristal con la sospecha de que la imagen fuera la que había esperado ver, pero todo seguía allí, tal como lo he descrito. Entonces comencé a dar vueltas a la cámara en mis manos y descubrí que ambas rueditas con números estampados a su alrededor, estaban en posición –30 y sonreí. Comencé a borrar las fotos de la memoria de la cámara hasta no dejar ninguna. Esas fotografías me mostraban y me negaban, lo mismo que a las personas que permanecían junto a mi después de estos treinta años. Ninguno de nosotros era ya lo que esas imágenes mostraban.

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Sonó el teléfono. Era mi hermana queriendo saber sobre las fotos y recordándome la promesa de entregar a cada uno un CD con las imágenes.

Salieron todas mal –le respondí- evidentemente tendré que estudiar el manual con más atención para la noche de fin de año. Me reí. Todos los que me conocen saben que soy apresurado e impaciente. Me cuesta hacer el camino, solo me interesa estar. Seguro que no sospecharán.

Tomé la cámara y busqué las dos rueditas con números estampados alrededor y las moví a la posición “off”. ¡Tenía tantas ganas de tener fotos de mi en compañía de los que amo!

Jorge A. Jaurena Diciembre de 2006