De Todo Bastante

Compartir mis impresiones sobre lo que pasa a mi alrededor.Si alguna vez logro instalar una sonrisa, una emoción o contribuyo a sembrar o cosechar una idea, sentiré que este espacio se carga de sentido. Este blog no tiene posición política partidaria, al igual que su autor. Por lo tanto, se publicarán textos con cualquier orientación al respecto, siempre y cuando los considere de interés para compartir.

Nombre: JTONIG
Ubicación: Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Jorge A. Jaurena Nacimiento: 23/11/1949 en Buenos Aires, Argentina.

22.9.06

Somos Todos Cartoneros - por Silvia Bleichmar

Ahora todos somos cartoneros. Tras la chatarra que nos dejó un modelo económico impiadoso, habrá que diferenciar lo que debemos reciclar de lo que abandonaremos definitivamente. Acabado el país de la convertibilidad, ha comenzado el país del reciclaje. Los restos de esa etapa en la cual se nos quiso convencer de que entrábamos al primer mundo, o que, incluso, ya formábamos parte de él, se acabaron, dejando el país sembrado de computadoras de última generación, coches de todos los nortes, mortadelas y quesos italianos, mollejas tóxicas americanas, galletitas francesas y españolas, budines alemanes, medias suizas, y hasta botellitas de agua mineral francesas que vinieron a relevar aquellas producidas en nuestras termas mendocinas o cordobesas, y cuyos restos siguen hoy ocupando un lugar remarcado en las góndolas semivacías de los supermercados, ya que no pueden ser devueltas a sus países de origen ni vendidas al precio que supuestamente fue pagado. Para los pobres con ilusión consumista, los "todo por dos pesos" mantuvieron en los bordes pauperizados de la población las vajillas chinas y los yesos coreanos que algunos despistados creen que no sirven para nada, pero que llenan sin embargo el hambre de objetos con los cuales el sistema económico incrementa constantemente la ilusión de paliar el vacío de futuro y la ausencia de gratificación moral a la cual la sociedad civil se ve condenada.Y estos pequeños goces que nos dimos, estas migajas del verdadero festín que transcurría en otros espacios, disfrutados por otros, usufructuados por otros, nos impidieron tal vez reaccionar a tiempo, reclamar a tiempo, enojarnos a tiempo, para no convertirnos en los espectadores pasivos del verdadero saqueo al cual fuimos sometidos. Porque el borde mismo de la ciudad, en esa zona en la cual el Riachuelo se une al nunca mejor definido que hasta ahora "cinturón del gran Buenos Aires" en el cual se estrechan diariamente las hebillas millones de personas, frente al galpón en el cual se alimentó la ilusión del país inmigrante que desembocó durante años en esta tierra y que ahora se lleva hacia fuera los restos pauperizados de su descendencia, se levantan los edificios que reflejan el atardecer porteño con sus vidrios espejados, en los cuales no hay ni pintura descascarada ni ennegrecimiento por descuido, porque en ellos anida un pulmotor invertido que bombea todo el oxígeno hacia el exterior, que envía cotidianamente la sangre y los nervios de los habitantes de lo que alguna vez nos acostumbramos a considerar como Nuestro País. Y esos edificios del nunca mejor denominado que ahora, territorio de la City, fueron el predio desde el cual se evacuó, a lo largo de estos años, todo el dinero, dejando algunas propinas importantes en los socios criollos, muchos de ellos —es cierto— votados por nosotros mismos, mientras gastábamos las monedas en las góndolas repletas de la ilusión de que éramos un poquito menos pobres. Y en la enorme montaña de chatarra en la cual de golpe se constituyó el país, chatarra de impresoras que pueden quedar sin cartuchos de tinta que no podremos pagar, o de autos cuyos repuestos ya no podremos importar, o de productos recargables inhabilitados, chatarra a la cual la inventiva nacional encontrará un destino, y que arreglaremos como siempre con tuercas que soñamos con comenzar nuevamente a producir, y con alambres que no queremos importar, y con piolines que alguien tendrá la paciencia de ovillar, habrá que diferenciar aquello que debemos reciclar de lo que debemos abandonar definitivamente en los basurales. Y para ello no sólo tendremos que apelar a toda la inventiva, sino también a toda nuestra ética, a la recuperación de nuestras esperanzas históricas, a la reconformación de los enunciados que quedaron sepultados y que no pueden retornar tal cual, pero que merecen ser recuperados, porque anida en ellos lo mejor de nosotros mismos.Deberemos reciclar los conceptos de solidaridad y de justicia, y por supuesto, de mayor equidad, y también deberemos reciclar el derecho a una generación que viva no sólo tan bien como sus padres sino aún mejor. Deberemos reciclar el ideal de progreso, porque indudablemente si esto fue el fin de una historia, no puede ello ser confundido con "El Fin de la Historia", ya que esta historia recién recomienza en el punto en el cual fue aniquilada, y no sólo metafóricamente sino de manera factual, destruyendo a lo mejor de una generación que anhelaba un proyecto diferente. Deberemos reciclar el derecho de todos los niños del país a tener escuelas dignas, y por supuesto, de los viejos a tener medicamentos. Deberemos reciclar la obligación moral de no dejar abandonadas a las generaciones anteriores ni desproteger a las que nos suceden, de considerar cada vida humana como valiosa y a su muerte como una tragedia, en virtud de lo cual deberemos también reciclar ciertos principios de convivencia por los cuales si los laboratorios y las grandes droguerías no entregan medicamentos sabiendo que su acción no sólo subordina la moral a la economía sino que el lucro que ejercen es homicida, deberán ser plausibles de penalización no económica sino criminal, y de recibir la condena de toda la sociedad. Curar heridas. Deberemos reciclar el derecho a ser enterrados dignamente en un país donde fue ya una bendición a lo largo de estos años que los cuerpos no desaparecieran, e incluso que fueran encontrados los restos mutilados de los seres queridos, pero en el cual aún los muertos de la pobreza deben esperar varios días porque las obras sociales no pagan a las funerarias y éstas se han desentendido del hecho de que su tarea no es sólo un negocio más sino una función social que existe desde los comienzos mismos de la humanidad. Por lo cual deberemos reciclar el profundo horror que producen las muertes arbitrarias y los cuerpos insepultos, y reciclar la vieja idea de que las fuerzas públicas están para protegernos y no para matarnos y balear a nuestros hijos, o para dirigir las bandas delictivas más importantes del país. Deberemos reciclar la idea de que la Justicia es un bien público, y que su corrupción se va infiltrando a través del cuerpo social en su conjunto, y que si hoy los niños de todos los sectores sociales roban en la escuela es porque sus padres no les han dicho durante años "eso me mata de vergüenza" sino que le han propuesto el enunciado más pragmático que se ha escuchado a lo largo del país: "mirá que te pueden agarrar" —enunciado que constituye la versión más cotidiana de la famosa frase espetada por una ministra a otro funcionario: "firmá que es excarcelable"—. Deberemos reciclar la idea de que no basta con no robar por dos años sino para siempre, y que el Congreso de la Nación no puede estar lleno de gente procesada por malversación o enriquecimiento ilícito, y que si aún los seguimos votando es porque nos hemos resignado al mal menor, pero que tenemos derecho a reciclar la vieja idea de que queremos el bien mayor. Y también deberemos reciclar la vergüenza de los políticos ante su inmoralidad consciente o no conscientemente ejercida, y ante su ineficacia, y ante su complicidad, y no sólo el reconocimiento de su inoperancia sino la profunda conmoción que debería agitarlos a partir del sufrimiento que su desidia, complicidad o cobardía ha producido en el conjunto de aquellos que deben representar. Y deberemos reciclar el derecho a oponernos bajo los medios más evidentes a todo intento de emplear los modos indirectos de la democracia representativa para hacer exactamente lo contrario a lo que se dijo que se iba a hacer, y para no tolerar la sonrisa pícara de un ex-presidente —que es también un ex-presidiario— que está esperando con placer que fracasen todos los planes de salvataje en este país para demostrar que él era corrupto pero que ahora estamos peor, lo cual es la muestra de miserabilidad política más terrible que se pueda ejercer. Y también deberemos reciclar el derecho a pedirles a los actuales gobernantes que no nos vuelvan a ocultar la realidad como si fuéramos Un País de Jardín de Infantes, porque ya hemos demostrado que somos adultos y que no estamos dispuestos a que nos engañen como niños. Pero sobre todo deberemos reciclar la idea que viene haciéndose cada vez más fuerte y que se expresa de múltiples maneras de que la clase política no puede simplemente aplicar un vendaje sobre un cuerpo social que no deja de supurar, y que es necesario que genere un drenaje para que sus miembros corruptos, incapaces, mediocres, imposibilitados moral o intelectualmente de abandonar sus viejas componendas y sus pequeñísimas alianzas de encubrimiento que les permite el sostenimiento del poder personal y de casta, dejen de seguir siendo considerados compañeros de camino en esta Historia. Silvia Bleichmar. Psicoanalista.

Este texto conforma el Capítulo 9 del libro "Dolor País"

Fuente: Clarín.com

Ética y Estética: Una Cuestión de Peso

Por estos días, ha conmovido al mundo un descubrimiento sobre salud humana, probablemente uno de los mas trascendentes de las últimas cuatro décadas, a saber: la excesiva delgadez, al igual que la tan vapuleada obesidad, es perjudicial para la salud. Lo que resulta llamativo, es que recién se haya tomado conciencia de que enfermedades como la bulimia y la anorexia, constituyen serios trastornos psíquicos de consecuencias gravísimas con riesgo de la vida misma, llevando en algunos casos a quienes los padecen a un estado de disolución de la propia persona. Esta realidad se conoce hace mucho tiempo. Como si no se hubieran escrito bibliotecas enteras sobre el tema; organizado congresos, simposios y conferencias, y nunca se hubieran fundado asociaciones de ayuda para combatir esas enfermedades, se necesitó que la delgadez excesiva de la princesa de Asturias, despertara las conciencias en España. Por supuesto que el efecto cascada de semejante revelación, encuentra en nuestro país el cauce propicio para hacer camino al andar. Desde que en la década del sesenta hiciera su aparición la célebre modelo Twigy y su figura de tabloide, comenzamos a aceptar que estar ante una mujer hermosa era como estar mirando a un amigo en mala situación económica, privado o escaso de alimento, pero todavía con ánimos para maquillarse. Los atributos físicos que hasta entonces eran emblemas de la femineidad, a saber: piernas bien torneadas, caderas redondas, cintura estrecha, pechos firmes y generosos, mejillas y pómulos rosados...en fin: la carne humana en su gloria más plena, se convirtieron en malformaciones que cada mujer corrigió u ocultó con recursos varios, según su talento y poder adquisitivo. Las ubérrimas estrellas del espectáculo que fueron el ideal estético y erótico hasta entonces, cedieron su lugar a las escuálidas émulas de Twigy. Entre tanto, los señores estrecharon sus pantalones en exaltación de redondeces que el concepto anterior de masculinidad aconsejaba ocultar. El humano pos moderno cambia de imagen física, y se produce una especie de permuta de algunos atributos entre géneros. Durante cuatro décadas, dietistas, dueños de gimnasios, laboratorios, “personal trainers” y cirujanos se enriquecieron gracias a una "lipofobia" universal desencadenada. Miles de milagrosas recetas, productos y dietas adelgazantes, llenaron millones de páginas de diarios y revistas, y millones de horas de propaganda radial y televisiva. Hasta la temeridad, en algunos casos. La revelación del ejercicio físico como actividad beneficiosa, se manifestó primero como un medio para modelar el físico; mucho después, comenzó a difundirse como medio de conservar la salud. Ahora, por algún o algunos acontecimientos que ignoro pero sospecho, acaba de desatarse una fiebre reivindicativa del “peso saludable” y de slogans ad-hoc, uno de los cuales viene a descubrir que “la belleza no puede estar disociada de la salud”. Chocolate por la noticia, pero no mas de una taza, que engorda. ¿Cuántos adolescentes –de ambos sexos, pero con preponderancia del femenino- víctimas de la bulimia y la anorexia se han cobrado el culto de la moda y los medios para llegar a tan inteligente conclusión? ¿Será que el mundo no puede tolerar que otra princesa real canalice sus frustraciones en una drástica huelga de boca cerrada? Ya ocurrió con la meliflua Lady Di a quien sus desventuras matrimoniales le quitaron el apetito; ¿permitiremos que doña Leticia de Asturias, princesa, periodista, madre y esposa, sufra la misma suerte aunque fuera por otras causas sin mover siquiera un dedo? Por lo pronto, España ha legislado al respecto cerrando el acceso a las pasarelas de l@s modelos que no den un “piné” saludable. Y se ter-mi-nó. Aquí quien no come, no desfila. Imaginemos cual habría sido la suerte de occidente si las habilidades de la carnosa Mónica Lewinsky la hubiesen convertido en la primera dama de los EE.UU. Durante décadas nos privamos de consumir el delicioso aceite de oliva porque era perjudicial para casi todo; desde hace unos años, nos alientan a consumirlo para todo, inclusive para lubricar bisagras. Hasta hace unas décadas, lo primero que un médico prescribía ante cualquier malestar, era descanso. Ahora nos hacen cinco by pass cardíacos y a las veinticuatro horas nos declaran enemigo público del sistema de salud si no jugamos un abierto de tenis, aunque sea de veteranos. No ignoro que la medicina ha evolucionado a la par que el resto de las ciencias duras; que se ha descubierto más en estas cuatro décadas que en toda la historia de la medicina desde los tiempos de Hipócrates. Pero ¿cómo dejaron para el final nada menos que este asunto, tan vapuleado desde hace años? En mi opinión, - todo lo que escribo es opinión, por lo tanto cuestionable- el daño físico, psíquico y moral sufrido por millones de jóvenes –y no tan jóvenes- se origina en la cultura (el culto) de la imagen, que ha logrado instalar una especie de axioma según el cual se es lo que se ve. Los medios y el establishment de la moda se cartelizaron en torno de la delgadez considerada como valor supremo. Sus mensajes, plagados de afirmaciones interesadas y falaces, nos hicieron creer tramposamente que la moda es ponerse lo que “se” usa (¿imperativo categórico?), no importa el costo en dinero, en salud o en especies. “Tener personalidad” dejó de ser importante; unificarse con las imágenes masivas llevando lo que el mercado impone contra viento y marea, nos liberó de las cargas no ya del “buen gusto” si tal cosa existiera, sino de tener algo así como noción de gusto propio. Para transgredir las pautas de imagen instituidas, algunos se animan a ser espectáculo en sí mismos, con lo cual la cosificación se verifica en su manifestación cuasi plena. Si acatar las imposiciones del sistema significa “no ser del todo”, transgredirlo agrava la situación. Solo unos pocos conservaron para sí la prerrogativa de usar lo que les parece sin preocuparse de lo que ven los demás. La mayoría somos adultos rebelados contra la dictadura de la moda y las cirugías estéticas. La sustitución de ciertos valores morales, éticos y estéticos, unida a la potencia de la imagen como conceptualizadora casi suficiente y fuente de todo conocimiento, han tenido el efecto social –en lo inmediato- de traer al exterior una ilusión de imagen de la subjetividad, o al menos, de una parte de ella, para ser evaluada también masivamente. Se es lo que se muestra, pero sobre todo lo que los otros (esos “otros” que “importan”) ven. Si agregamos que esta demanda de “externalización” del yo se presenta en una etapa fundamental de afirmación de la subjetividad –la adolescencia- el conflicto profundo es la consecuencia previsible. La obsesión neurótica por un estereotipo de imagen se concentra entonces en contra de la comida, como factor determinante del peso corporal. No quiero caer en nostalgias de etapas pasadas. La modernidad de Bauman es tan líquida, (¿alguna vez la realidad fue sólida?) que al igual que el mar y los grandes ríos, tiene flujos y reflujos. Esta condición de la realidad posibilita que algunas afirmaciones de hoy sean contradichas mañana. La nueva modernidad líquida no es muy diferente en este punto a las modernidades pasadas, pretendidamente mas firmes. (Esto de la modernidad líquida es material apasionante para pensarlo con otros). ¿Volveremos entonces a la voluptuosidad de las redondeces femeninas, sin riesgo de desatar una epidemia de sobre alimentación desaforada? Mujer, Hombre: tu futuro está en tus manos (en tus tetas, en tu culo, en tus gambas y tus caderas; rodea tus costillas, tu cintura y los huesos de tu rostro). El puesto de secretaria que tanto buscás, el ascenso tan merecido, el levante del fin de semana, tu plenitud sexual, todo, dependerá de que aumentes al menos 200 gramos en los próximos siete días. Nadie querrá a una persona con un físico débil, casi etéreo. Si no recuperás peso, no te molestes en salir a buscar empleo o en ir a la discoteca o el pub. Y si este fin de semana, por casualidad pasaras por España, ¡¡¡ni se te ocurra entrar!!! Jorge Jaurena Septiembre 2006