Ética y Estética: Una Cuestión de Peso
Por estos días, ha conmovido al mundo un descubrimiento sobre salud humana, probablemente uno de los mas trascendentes de las últimas cuatro décadas, a saber: la excesiva delgadez, al igual que la tan vapuleada obesidad, es perjudicial para la salud.
Lo que resulta llamativo, es que recién se haya tomado conciencia de que enfermedades como la bulimia y la anorexia, constituyen serios trastornos psíquicos de consecuencias gravísimas con riesgo de la vida misma, llevando en algunos casos a quienes los padecen a un estado de disolución de la propia persona. Esta realidad se conoce hace mucho tiempo. Como si no se hubieran escrito bibliotecas enteras sobre el tema; organizado congresos, simposios y conferencias, y nunca se hubieran fundado asociaciones de ayuda para combatir esas enfermedades, se necesitó que la delgadez excesiva de la princesa de Asturias, despertara las conciencias en España. Por supuesto que el efecto cascada de semejante revelación, encuentra en nuestro país el cauce propicio para hacer camino al andar.
Desde que en la década del sesenta hiciera su aparición la célebre modelo Twigy y su figura de tabloide, comenzamos a aceptar que estar ante una mujer hermosa era como estar mirando a un amigo en mala situación económica, privado o escaso de alimento, pero todavía con ánimos para maquillarse. Los atributos físicos que hasta entonces eran emblemas de la femineidad, a saber: piernas bien torneadas, caderas redondas, cintura estrecha, pechos firmes y generosos, mejillas y pómulos rosados...en fin: la carne humana en su gloria más plena, se convirtieron en malformaciones que cada mujer corrigió u ocultó con recursos varios, según su talento y poder adquisitivo.
Las ubérrimas estrellas del espectáculo que fueron el ideal estético y erótico hasta entonces, cedieron su lugar a las escuálidas émulas de Twigy. Entre tanto, los señores estrecharon sus pantalones en exaltación de redondeces que el concepto anterior de masculinidad aconsejaba ocultar. El humano pos moderno cambia de imagen física, y se produce una especie de permuta de algunos atributos entre géneros.
Durante cuatro décadas, dietistas, dueños de gimnasios, laboratorios, “personal trainers” y cirujanos se enriquecieron gracias a una "lipofobia" universal desencadenada. Miles de milagrosas recetas, productos y dietas adelgazantes, llenaron millones de páginas de diarios y revistas, y millones de horas de propaganda radial y televisiva. Hasta la temeridad, en algunos casos. La revelación del ejercicio físico como actividad beneficiosa, se manifestó primero como un medio para modelar el físico; mucho después, comenzó a difundirse como medio de conservar la salud.
Ahora, por algún o algunos acontecimientos que ignoro pero sospecho, acaba de desatarse una fiebre reivindicativa del “peso saludable” y de slogans ad-hoc, uno de los cuales viene a descubrir que “la belleza no puede estar disociada de la salud”. Chocolate por la noticia, pero no mas de una taza, que engorda.
¿Cuántos adolescentes –de ambos sexos, pero con preponderancia del femenino- víctimas de la bulimia y la anorexia se han cobrado el culto de la moda y los medios para llegar a tan inteligente conclusión?
¿Será que el mundo no puede tolerar que otra princesa real canalice sus frustraciones en una drástica huelga de boca cerrada? Ya ocurrió con la meliflua Lady Di a quien sus desventuras matrimoniales le quitaron el apetito; ¿permitiremos que doña Leticia de Asturias, princesa, periodista, madre y esposa, sufra la misma suerte aunque fuera por otras causas sin mover siquiera un dedo? Por lo pronto, España ha legislado al respecto cerrando el acceso a las pasarelas de l@s modelos que no den un “piné” saludable. Y se ter-mi-nó. Aquí quien no come, no desfila.
Imaginemos cual habría sido la suerte de occidente si las habilidades de la carnosa Mónica Lewinsky la hubiesen convertido en la primera dama de los EE.UU.
Durante décadas nos privamos de consumir el delicioso aceite de oliva porque era perjudicial para casi todo; desde hace unos años, nos alientan a consumirlo para todo, inclusive para lubricar bisagras. Hasta hace unas décadas, lo primero que un médico prescribía ante cualquier malestar, era descanso. Ahora nos hacen cinco by pass cardíacos y a las veinticuatro horas nos declaran enemigo público del sistema de salud si no jugamos un abierto de tenis, aunque sea de veteranos.
No ignoro que la medicina ha evolucionado a la par que el resto de las ciencias duras; que se ha descubierto más en estas cuatro décadas que en toda la historia de la medicina desde los tiempos de Hipócrates. Pero ¿cómo dejaron para el final nada menos que este asunto, tan vapuleado desde hace años?
En mi opinión, - todo lo que escribo es opinión, por lo tanto cuestionable- el daño físico, psíquico y moral sufrido por millones de jóvenes –y no tan jóvenes- se origina en la cultura (el culto) de la imagen, que ha logrado instalar una especie de axioma según el cual se es lo que se ve. Los medios y el establishment de la moda se cartelizaron en torno de la delgadez considerada como valor supremo. Sus mensajes, plagados de afirmaciones interesadas y falaces, nos hicieron creer tramposamente que la moda es ponerse lo que “se” usa (¿imperativo categórico?), no importa el costo en dinero, en salud o en especies.
“Tener personalidad” dejó de ser importante; unificarse con las imágenes masivas llevando lo que el mercado impone contra viento y marea, nos liberó de las cargas no ya del “buen gusto” si tal cosa existiera, sino de tener algo así como noción de gusto propio. Para transgredir las pautas de imagen instituidas, algunos se animan a ser espectáculo en sí mismos, con lo cual la cosificación se verifica en su manifestación cuasi plena. Si acatar las imposiciones del sistema significa “no ser del todo”, transgredirlo agrava la situación. Solo unos pocos conservaron para sí la prerrogativa de usar lo que les parece sin preocuparse de lo que ven los demás. La mayoría somos adultos rebelados contra la dictadura de la moda y las cirugías estéticas.
La sustitución de ciertos valores morales, éticos y estéticos, unida a la potencia de la imagen como conceptualizadora casi suficiente y fuente de todo conocimiento, han tenido el efecto social –en lo inmediato- de traer al exterior una ilusión de imagen de la subjetividad, o al menos, de una parte de ella, para ser evaluada también masivamente. Se es lo que se muestra, pero sobre todo lo que los otros (esos “otros” que “importan”) ven. Si agregamos que esta demanda de “externalización” del yo se presenta en una etapa fundamental de afirmación de la subjetividad –la adolescencia- el conflicto profundo es la consecuencia previsible. La obsesión neurótica por un estereotipo de imagen se concentra entonces en contra de la comida, como factor determinante del peso corporal.
No quiero caer en nostalgias de etapas pasadas. La modernidad de Bauman es tan líquida, (¿alguna vez la realidad fue sólida?) que al igual que el mar y los grandes ríos, tiene flujos y reflujos. Esta condición de la realidad posibilita que algunas afirmaciones de hoy sean contradichas mañana. La nueva modernidad líquida no es muy diferente en este punto a las modernidades pasadas, pretendidamente mas firmes. (Esto de la modernidad líquida es material apasionante para pensarlo con otros).
¿Volveremos entonces a la voluptuosidad de las redondeces femeninas, sin riesgo de desatar una epidemia de sobre alimentación desaforada?
Mujer, Hombre: tu futuro está en tus manos (en tus tetas, en tu culo, en tus gambas y tus caderas; rodea tus costillas, tu cintura y los huesos de tu rostro). El puesto de secretaria que tanto buscás, el ascenso tan merecido, el levante del fin de semana, tu plenitud sexual, todo, dependerá de que aumentes al menos 200 gramos en los próximos siete días. Nadie querrá a una persona con un físico débil, casi etéreo. Si no recuperás peso, no te molestes en salir a buscar empleo o en ir a la discoteca o el pub. Y si este fin de semana, por casualidad pasaras por España, ¡¡¡ni se te ocurra entrar!!!
Jorge Jaurena
Septiembre 2006
1 Comments:
pobres chicas... primero les exigieron convertirse en fideos... ahora no les dan laburo...
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